lunes, octubre 23, 2006

Taxonomía de los antipeje.

Francisco Velázquez





Un resultado inesperado pero no por ello menos interesante de andar metido en esto de la política chacotera en el ciberespacio, ha sido poder conocer diversos especímenes de la fauna de nuestro país.

Estos bichos raros, que por lo general son de índole violenta, actúan de muy diversas maneras. Quizá lo único que tienen en común es su odio, crónico e irracional, hacia AMLO. Por ello, aunque globalmente a veces se les llama "fascíficos", "fecalistas", "anti-pejes", etc., no existe aún una clasificación oficial para dichas sabandijas.

En ánimo de contribuir al avance científico de México, hacemos la propuesta de elaborar una taxonomía de antipejes, con objeto de comenzar una clasificación metódica y científica de estos seres (ni tan) vivos con los cuales convivimos día a día.

La palabra taxonomía proviene del griego taxis, "ordenamiento", y nomos, "norma" o "regla", es decir, es la ciencia de la clasificación de los seres vivos en taxones que describen jerárquicamente las relaciones de parentesco, y similitud, entre organismos (*)

En una primera aproximación a esta taxonomía, podemos agrupar a las diversas especies y subespecies de antipejes dentro del orden de los primates, e incluso dentro de la familia de los homínidos. No obstante, hasta ahí llega el parentesco con el ser humano. Mientras los seres humanos normales pertenecemos a la familia del homo sapiens, estas patéticas criaturas, por causas aun desconocidas, experimentaron un proceso de evolución inversa o involución, merced al cual hoy por hoy presentan una inhibición de la parte "sapiens" y en cambio, una hipertrofia de un rasgo característico en ellos que es llamado "fecalis". Es decir, tienen como rasgo distintivo la presencia de materia fecal (MIERDA) en el cerebro.

El Homo fecalensis presenta a su vez variaciones de menor orden cuya nomenclatura designa alguna característica o propiedad distintiva: así tenemos al Homo fecalensis prietus, aquella criatura que presentando un tono de piel más bien cetrino, tirándole a morenazo de fuego, se comporta como si fuera albino, o de perdido "apiñonado" (como gustan de autodenominarse) y en su lenguaje emplean constantes referencias a una hipotética superioridad racial sobre quienes razonan con las neuronas y no con el fundillo.

Atendiendo a su localización geográfica y hábitat natural, encontramos al Homo fecalensis regius (Nuevo León), Homo fecalensis momius (Guanajuato), Homo fecalensis tequilana (Jalisco); y aunque en número muy escaso, es posible encontrar especímenes del Homo fecalensis renegadia, que sobrevive en el centro y sureste de México, lugares donde se siente fuera de su ambiente natural y donde afortunadamente tiende a la extinción. Los primeros tres mencionados, por el contrario, son especies endémicas y se observa un aumento en la población a partir de julio de este año.

Mientras el ser humano, en términos generales, transitó de una cosmogonía politeísta a un monoteísmo refinado, el Homo fecalensis hizo lo mismo, pero en negativo: de una creencia dispersa en varios conceptos y entidades considerados divinos (el neoliberalismo, la moral, el Papa, el libre mercado, las buenas costumbres, Televisa, las "clases"), involucionó hasta centrar toda su visión del mundo en torno a un único concepto, al que, por motivos muy diversos pero absolutamente irracionales, abominan, odian, repelen, huyen y TEMEN: el Peje. Por lo tanto el Homo fecalensis es una criatura monoteísta y polipendeja.

El Homo fecalensis ha demostrado una capacidad de adaptarse a su entorno sólo comparable a la de las cucarachas, de las cuales, por cierto, son primos más bien cercanos, habida cuenta que a ambas especies les encanta andar entre la mierda. Precisamente gracias a esa capacidad de adaptación, una variedad llamada Homo fecalensis ciberneticus se ha refugiado en comunidades virtuales que en la práctica funcionan como auténticas madrigueras donde estos bichos se revuelcan en su propio excremento durante las 24 horas del día, sólo interrumpiendo tan solaz actividad para comer y defecar.

Al ser una criatura gregaria, por no decir cobarde, el Homo fecalensis por regla general jamás actúa solo, debe sentirse respaldado por el resto de la manada, y de esta manera buscan su alimento, por lo general introduciéndose subrepticiamente al hábitat, real o virtual, del ser humano, robando un poco de aquí y de allá. Su instinto primitivo los hace querer destruir todo a su paso, sin embargo su bajo desarrolllo neuronal y su ínfima capacidad craneana los hace quedar más bien en ridículo con sus supuestos "ataques mortales" a los humanos. El Homo fecalensis es incapaz de planear, su horizonte de tiempo se limita al presente, más/menos 24 horas, aproximadamente.

Queda aun mucho por descubrir en el fascinante estudio de los antipejes, no obstante, recomendamos a quienes deseen adentrarse en esta investigación que eduquen a su estómago, pues no es fácil para el ser humano aprender a confontar tanta porquería en forma cotidiana.