jueves, septiembre 03, 2009

Ladillas - ¡Idos!

Ladillas

¡Idos!

Por el Lic. Mefistófeles Satanás

Esto está dedicado a los Chuchos arrastrados, Marcelos que aplauden al usurpador, Juanitos que coquetean con unirse a los traidores, y el resto de los tibios y entreguistas que buscan –sin éxito hasta ahora—socavar el movimiento.

Como es el mes de la patria debemos recordar (tal vez conocer por primera vez) algo de su historia. Lo que sigue es el discurso de Tlacaelel, el consejero del emperador Izcoatl cuando Tenochtitlan se aprestaba a enfrentarse al tirano Tecpaneca, Maxtla. Este había asesinado al emperador mexica previo, Chimalpopoca, y exigía la rendición de México Tenochtitlan. El tirano también demandaba que le entregaran al príncipe Netzahualcoyotl, el cual se había asilado ahí mientras intentaba liberar a su patria, Texcoco.

Los tenochcas vacilaban. Las legiones de Maxtla eran muy poderosas. Dentro de la ciudad había muchos que aconsejaban la rendición. Igual, había muchos traidores dispuestos a facilitarle la entrada a las legiones del tirano. El ejército de Tecpan se aproxima. Se oyen ya los caracoles anunciando su llegada. El príncipe Tlacaelel arenga entonces a sus compatriotas a hacerle frente al tirano:

“Mi señor Izcoatl, hermanos tenochcas, si los dioses decretan nuestra muerte, no habrá mejor final para los mexicas que caer defendiendo su patria. ¡Que la sangre tiña la el lago de rojo, que se agiten las aguas, y que truenen las montañas nevadas! Que las ruinas de este islote atestigüen que de mil héroes la patria fue. Si este es el fin de la libertad de México Tenochtitlan me considerare afortunado si muero antes y mis ojos no lo atestiguan. Créanme, mexicas, gran honor será para mi presentarme ante las sombras de mis viejos, en el Mictlan, como uno más de los guerreros que caerán este día. Y si son pocos los que me acompañan mayor será el honor con que seremos recibidos. ¡Y podre atestiguar que ni en vida estuve en mejor compañía!

Sé que en el seno de México Tenochtitlan hay muchos que son débiles y tibios. De ellos no espero nada. Seamos prácticos. Pocos víveres tenemos para enfrentar el sitio. Así pues, dadles franquicia a estos cuilones para que abandonen la ciudad. Y para que no nos acusen de crueles, que se lleven tortillas y pipilas para su sustento. Mirad, tenochcas, que las legiones de Maxtla todavía no cierran las calzadas. Y si así fuera el caso, les proporcionaremos piraguas a los cuilones para que crucen el lago. Que se vayan, si, seria gran deshonra que la sangre que hoy derramaran nuestros guerreros se contamine con la de ellos. Si nos presentamos con ellos en el Mictlan los viejos preguntaran ‘por qué venís aquí en compañía de cobardes?’ y nos rechazaran.

Lo mismo les pido a los que aconsejan pactar con el enemigo. Pensáis que este os respetara vuestras vidas y propiedad si os postráis ante él. ¡Buscáis ventajas vendiendo la libertad de vuestra patria y violentando las leyes de asilo! Pero os aseguro que os deshonrareis sin obtener ventaja. De los extranjeros solo recibiréis maltratos y crueldades. Seréis como el esclavo o la concubina que soporta los maltratos de su amo a cambio de un petate y unas tortillas. Y si dudáis de mis palabras, acordaos como el tirano torturó a mi hermano Chimalpopoca. No os quiero aquí. Idos también. Llevad con vos vuestros miedos y rumores. Sabed que portentos ya hay bastantes anunciando muerte y destrucción. No necesitamos más llantos y gemidos. ¡Idos!

Y finalmente, se que entre ustedes hay traidores. Os hemos reconocido y sabemos quienes sois. Alguna vez fuisteis nuestros hermanos. Pero ahora esperáis el momento indicado para pasaros a las filas del enemigo y entregar nuestras defensas y denunciar nuestras maniobras. Idos, os lo suplico. Respetaremos vuestra persona y familias. Es más, os llenaremos las alforjas con oro y plumería. Y os daremos un estandarte, grande, bello, vistoso, para que nos hagáis la guerra bajo este. Y no será esa la única evidencia de nuestra generosidad. Sabed que os daremos petos del algodón más fino, durísimos, e igual, tendrán estos su propio distintivo. ¿Y sabéis por que seremos tan generosos? Obviamente, queremos fijar el punto donde os presentareis entre las legiones del enemigo. Será para nosotros gran honor el haceros la guerra y ofreceros a nuestros dioses. Y sabed que hay, ciertamente, ventajas para vos. Vuestro amo os reconocerá y exclamara: ‘mirad que valientemente mueren por mi esos traidores’. Y tal vez así él será generoso con los que sobrevivan y no os despreciara tanto.

Aprestaos entonces tenochcas a la batalla. Ved por vuestras armas. Levantad las barricadas. Erradicad la misericordia de vuestros corazones. Así no daréis ni esperareis cuartel. Es natural que temáis a la muerte. Entonces consideraros ya muertos y no le temeréis tanto al abrazo de la Mictlacihuatl. Y no os preocupéis por el mañana que este será escrito por los dioses a según estén de humor. Y necios son los mortales que creen que pueden hacer que los dioses cambien de parecer. Mirad tenochas que ya se ven las legiones del tirano acampar a la orilla del lago. Designad heraldos y que estos notifiquen al tirano que México Tenochtilan no se rinde y que lo espera con las armas en la mano. ¡Que entren él y sus legiones si son lo suficientemente hombres!”

PD: México Tenochtitlan se defendió con éxito. Luego el príncipe Netzahualcoyotl encabezó un ejército de mexicas y texcoqueños que derrotó a los de Tecpan. Personalmente, el príncipe mata al tirano y venga la muerte de su padre.