Ladillas - los Treinta al hoyo y que pague el Chupacabras
Ladillas¡Las Treinta al hoyo y que pague el Chupacabras!
Por el Lic. Mefistófeles Satanás
Erase una vez en México que los señorones del dinero decidieron imponer a un fulano en extremo notorio por su torpeza pero que, ellos creían, les sería un pelele útil. Fue así como se hicieron las negociaciones del caso. Para recibir el apoyo de los plutócratas, este candidato a pelele se comprometió a 1) imponer otra vez la supremacía de la iglesia católica, 2) hacer los fraudes electorales necesarios para asegurar que la derecha siguiera gobernando, y 3) privilegiar al ejército dándole toda clase de privilegios, fueros, y un abundante presupuesto.
Una vez en el poder el nuevo gobernante se dedicó a servir a sus patrones. Era, sin embargo, fatuo y derrochador. Gastó mucho en fiestas, desfiles militares, ceremonias religiosas, etc., etc. Pronto el presupuesto de la república no era suficiente. Además, la economía estaba arruinada. Abundaba la inseguridad. Los asaltos en las carreteras eran comunes. Bandas de facinerosos se habían posesionado de las ciudades del norte y la mano del gobierno casi no se sentía ahí. Hay un tremendo hoy fiscal: el presupuesto no alcanza.
Para cubrir el hoyo fiscal el gobernante se atreve a venderle a los extranjeros parte del patrimonio nacional. Incrementa también los impuestos a la propiedad y sobre los productos del trabajo. A continuación les detallare algunos de estos impuestos.
Se cobraba un peso (de aquellos pesos) a cada pulquería. Cada puesto ambulante tenía que pagar medio real mensual. Se cobran cinco pesos en una especie de “tenencia” a los vehículos de cuatro asientos y dos y medio pesos a los vehículos con dos asientos. Los perros (o más bien sus dueños) deben de pagar un impuesto mensual de un peso. Se cobran dos pesos mensuales por cada caballo de montar. Si no se paga prontamente se triplican la multa y se les confisca el animalito (los burócratas, siempre famélicos, hicieron varias tamalizas con los perros y caballos confiscados).
Si alguien murmuraba o echaba pestes contra el gobierno se le cobraría 200 pesos de multa además de la “calentadita” de rigor. Por supuesto, el arzobispo, los curas, y los señores empresarios que apoyaban al gobernante estaban exentos de todas estas alcabalas.
Pero ni aun así se tapaba el hoyo fiscal. Desesperado, el secretario de hacienda propone algunas medidas absurdas. El gobernante las aprueba. Todo con tal de no cobrarle impuestos a los patroncitos o reducir la nomina en el ejército, el cual estaba lleno de generales inútiles. Fue así como se decretan impuestos a las puertas y ventanas de los edificios. Posteriormente también se añaden impuestos a las luces exteriores de cada casa o local. Los mexicanos entonces decidieron tapiar las ventanas de sus casas. También dejaron de prender las luces exteriores. La capital se convirtió en un lugar lúgubre y peligroso por las noches.
Afortunadamente, a los cuantos años este gobernante “dejó de gobernar”. Los mexicanos, hastiados de sus pendejadas, lo depusieron.
Usted, lector, si conoce algo de historia de México y no ha sido idiotizado por la Chucky y Taravisa reconocerá que el gobernante “en extremo notorio por su torpeza” era don Antonio López de Santa Anna. Los señores del dinero eran los conservadores encabezados por don Lucas Alamán. El patrimonio nacional que Santa Anna vendió para hacerse de dinero fue el territorio de la Mesilla. Las bandas de facinerosos que se habían apropiado de varias ciudades del norte eran compuestas de apaches y de grupos de forajidos gringos. En efecto, el ejército mexicano de entonces (igual que hoy) tenía un exceso de oficiales: había un oficial por cada cinco soldados rasos. Como decía Guillermo Prieto “no teníamos generales de brigada sino brigadas de generales”. Y todos esos cabrones cobraban un sueldote chingón y eran muy machitos para reprimir al pueblo pero valían verga ante los gringos. Y los decretos de las ventanas y luces exteriores fueron emitidos el 9 de enero y el 23 de febrero de 1854. Poco después Santa Anna fue mandado a la chingada por los juaristas.
Lo cual nos lleva a nuestros días. FECAL va a intentar vender PEMEX, el patrimonio nacional, aduciendo que hay que cubrir el hoyo fiscal. Tenemos un ejército que es muy machito golpeando a los civiles pero que vale verga ante los narcos. Y estos últimos se han posesionado de ciudades enteras en el norte. Este ejército está muy panzón con oficialitos de opereta y malgasta buena parte del presupuesto nacional y goza de impunidad para maltratar al pueblo. Todo el gobierno esta lleno de funcionarios que cobran un carajal, se van a restirar el pellejo a Houston por cuenta del erario, y hasta dilapidan el dinero del pueblo en fiestecitas de Halloween (ver http://sdpnoticias.com/sdp/columna/pomponio/2009/02/03/323689).
Como consecuencia de estos derroches y pendejadas hay un hoyo fiscal de 300,000 millones de pesos. El secretario de hacienda, con la anuencia del PRI, va a crear nuevos impuestos para sangrar más a los mexicanos y cubrir ese hoyo. En suma, no hay nada nuevo bajo el sol. La derecha sigue siendo igual de pendeja para gobernar. ¡Con razón no quieren que ustedes conozcan la historia de México! ¡Esta es la crónica de las pendejadas que han hecho los mochos!
La solución es obvia: que el secretario de hacienda les cobre los 300,000 millones del hoyo fiscal a las treinta familias que mal gobiernan a México. De por si estos cabrones no han pagado impuestos en varios años. Ellos son los que han impuesto pendejos y rateros en la silla presidencial así que tienen la mayor parte de la culpa del hoyo fiscal. Les tocaría pagar 10,000 millones de pesos a cada familia de rateros, o sea, un pelo a un gato. Hacienda podría empezar por cobrarle al Chupacabras lo que se robo de la partida secreta. ¿Por qué chingaos deben los mexicanos pagar mientras esos cabrones se siguen hinchando? En suma: ¡Las treinta al hoyo y que pague el Chupacabras!
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