viernes, enero 05, 2007

El Ultimo Tren - Capitulo I

I Los Pinos

Fui soldado de Francisco Villa
Aquel hombre de fama mundial
Y aunque estuvo sentado en la silla
No envidiaba la presidencial

La edecan era una niña joven. Pero a mis anos el todo mundo parece apenas destetado. "Sr. general, el presidente lo recibira ahora."

La segui. Trate de caminar lo mas derechito posible. No queria dar verguenzas. Mi uniforme olia a naftalina. Ya no lo llenaba. Ahora soy puros huesos. Aunque el guardia a la entrada del despacho me saludo, tenia una sonrisa burlona. Me le quede viendo fijamente. Pinche tenientito. Catrin. No hubiera durado ni un minuto ante los Yaquis. Sobretodo cuando esos cabrones empezaban a tocar sus putas flautas y tamboretes. El caso es que dilate tan solo una fraccion en contestar su saludo. Se paro mas derechito y se le quito la puta sonrisita. Solo entonces le regrese el saludo.

El presidente estaba en su despacho. Habian dos secretarios de estado con el. Politicos. Falsos. Todos. Lo salude, no al trompudo, no al hombre. A la presidencia. Me quede en posicion de firmes. Saludando. Seguian discutiendo un asunto. Me ignoraban. Junto al presidente, un general le susuro algo en el oido. La cara me era familiar. Tal vez mate a su padre.

"Mi general Pavon," finalmente dijo el presidente. El hombre se paro de su silla y me saludo de mano. Los otros dos politicos se apresuraron a hacer lo mismo.

El presidente me ofrecio una silla. "He oido mucho de usted. Aparece ud. mucho en el Casasola."

"Yo pensaba que se habia muerto!" dijo uno de los politicos riendose. Guayabera. Pelon. Era el secretario de gobernacion.

No dije nada. En la pared habia una foto. Villa y Zapata en palacio. El centauro sentado en la silla presidencial. Se esta riendo. Como diciendo pos a poco por esta chingadera se andan matando? A su lado, Zapata esta serio, adusto. Es que ese dia se habia puesto bien borracho. Parecia zorrillo fumigado. Eufemio se lo llevo de ahi a dormir la mona.

Pero el centauro nunca tomaba. Siempre estaba en sus cinco. A la izquierda, detras del gringo Reed, hay un jovencito. Yo. Era apenas un chamaco. Tal vez tendria 17 años, ya hombrecito. Ya habia matado. Todavia me falta morir. A mi lado esta mi tio, Francisco, un criollo gordo y colorado, pintando canas, bigotazo, cananas, sombrero tejano.

"ES muy serio el general," dijo el otro politico. Traje de Saville Row, corbata de seda, diamante en el pisacorbatas, sonrisa falsa.

"Estoy a sus ordenes, caballeros." Lo formalito lo aprendi de mi tio. El saludaba a los oficiales pelones antes de fusilarlos. Y es que hay que hacer bien las cosas. No, no queria dar verguenzas. Brigida me hubiera regañado.

"Ah que mi general!" dijo el de Chalchicomula. "Ud. tal vez sea de los ultimos que sobreviven de aquella bola. Mire, le agradezco que se haya tomado el tiempo de venir."

"Como dije, señor presidente, estoy a sus ordenes."

"Pues si, muchas gracias, decia...abreviemos, es cierto lo de la leyenda de Bachimba?"

"Es algo muy importante para el presidente," se apresuro a aclarar el politico del diamante.

"Bachimba?" Un breñal perdido en el desierto. Soledad. Una noche estrellada. Coyotes aullandole a la luna. Muertos picoteados por los zopilotes. Polvo. Un frio de la chingada.

"Si mi general, Bachimba!" dijo el trompudo. Habia cierto tono de impaciencia en su voz. El general estaba ahora parado detras del presidente. Me miraba. Fijamente. Era asombro, respeto, o tal vez odio? No sabia cual. Si, yo creo que mate a su padre. Quien quita y me iba a vaciar la pistola. Yo hubiera hecho eso si hubiera matado a mi padre. Cabron! Mi mano se fue a mi cadera. Estaba desarmado.

"Bachimba, carajo!" dijo el trompudo. Me le quede mirando. Sacudi mi cabeza. Que dirian los de la hermandad si revelara su secreto? Si no se lo dije a Plutarco, menos a este presidente.

"Este infeliz ya esta chocheando!" dijo el de la guayabera.

"Bachimba? Quiere saber sobre Bachimba?" balbucee. No pude evitarlo. Algo de baba se cayo de mi boca.

"Sr. general," dijo el militar que estaba detras del presidente. "Por favor..."

"Fue en buena lid, mi general," le respondi. No tenia miedo de morir. Y despues de todo lo habia hecho huerfano. Pero creo que habia que aclarar ciertas cosas. "Yo vide como murio su apa. Venia montado al frente de unos Yaquis. Yo lo vide caer. Murio luego luego. No sufrio. Muy hombre. Lo cocimos a balazos. Una yegua azabache. El murio dandonos la frente. Pero si quiere desquitarse, pos estoy a sus ordenes."

"Y ora que chingaos?" dijo el presidente.

"No tiene caso señor presidente," dijo el de la guayabera. “Este infeliz ya esta senil.”

El trompudo le hizo una señal al general. Este me tomo del brazo y me ayudo a levantarme de la silla. Me oli a mi mismo. Me habia miado. Brigida me va a regañar. Miandome en el despacho presidencial!

"Me van a fusilar?" le pregunte al militar. Si, seguro ese coronel obregonista habia sido su padre. Tenia el mismo tipo, toscote y grandote.

"Vengase conmigo mi general," dijo el militar en voz callada.

"Pos orale." Desgraciadamente no tenia ni un triste peso en la bolsa. Que les iba a poder dar a los muchachos del peloton? Me van a apuntar a los huevos!

Ya fuera del despacho el militar me encaro. "Acerca de Bachimba...no le quiso decir, verdad?"

"No."

"Es cierto que Plutarco lo torturo?"

Asenti con la cabeza. No tenia que anadir que no, no hable, no le habia dicho tampoco a Plutarco. El militar lo sabia. Me saludo. Correctamente. Le conteste el saludo. Correctamente. Busque adonde me iban a ajusticiar. Sera bajo ese hermoso ahuehuete? Seria una honra! Brigida! Ahi te caigo!

Para mi sorpresa no me llevaron al paredon. La edecan me tomo del brazo y me llevo adonde esperaba la limusina que me habia traido a Los Pinos. Senti cierta desilusion. Morir fusilado seria lo correcto. Tal vez asi expiaria mis pecados.

Brigida me esperaba junto a la limusina. Estaba fumando un cigarro de palma. Me vio y me sonrio. Brigida tiene veinte años. Siempre los tendra. Nunca ha envejecido. Iba vestida con su rebozo, sus enaguas, un sombrerote, y portaba una carabina 30-30 en la espalda. Esto en terrenos de la casa presidencial. Debo aclarar que yo soy el unico que ve a Brigida. Y porque no? Es mi mujer.

"Te meastes Pavon?" Solto la carcajada. Nunca me dice Manuel. Siempre me llama Pavon. La dentadura era perfecta. Brigida tambien esta en el Casasola. Habia llegado el tren a Torreon. Le tomaron la foto cuando se bajaba del vagon. Mira a su izquierda. La mirada es feroz. Eramos el ultimo tren. Iba a estar cabron encontrar algo de comer. Pero esa noche regreso con una gallina y unas tortillas viejas. Una cena de reyes, en otras palabras. Fue un milagro. Bueno, realmente no. Brigida era bien cabrona.

Me subieron a la limusina. El chofer puso una toalla en el asiento. No senti verguenza. Ya me vale todo. La vejez, he descubierto, es una seria de humillaciones que solo se acaban cuando llega la parca. Luego te pudres pero ya te vale madre. Brigida se sento a mi lado.

"Ya estoy harto, vieja. Para que quiero seguir viviendo. Ya llevame no?"

Brigida le dio una chupada a su cigarro. "Veremos, Pavon. Duermete por ahorita."

"Para que chingaos le sigo?" insisti. "Ya solo doy verguenzas."

"Son ordenes de la superiorida'." Senti como su mano tibia y amorosa me cerraba los ojos. El sueño me gano.